Estudiantes, Derecho y Tecnociencia: ¿qué hay de nuevo?

Los abogados son, para el común de la gente, seres de traje formal y ceño adusto que revisan papeles amarillentos mientras tienen a la vista ajados Códigos y libros añosos.

Y en gran medida ello es cierto aún para los estudiantes de Derecho, pues esta imagen se complementa con la idea de que en Derecho casi todo está dicho o, peor aún, que está escrito por infalibles maestros desde hace muchas décadas, por lo que sólo es necesario leer, memorizar y repetir, para luego ver cómo se aplica esto a las situaciones que se presenten.

Esta idea, además de falsa, es peligrosa para las futuras generaciones y para el país en general, pues en realidad nunca hasta ahora se habían abierto campos tan amplios y fecundos para la innovación, la creatividad y la argumentación jurídica.

Ello es así porque el desarrollo de la tecnociencia ha incidido en que todo deba mirarse a través de ojos nuevos, no sólo porque las instituciones clásicas requieren reformas (ello ha ocurrido siempre), sino porque muchas han desaparecido o perdido su sentido primigenio y otras emergen sin historia previa y con naturaleza o alcance insospechado.

Así, por ejemplo, la casi agónica fuente del Derecho conocida como costumbre jurídica ha renacido completamente revitalizada gracias al desarrollo incesante de las comunicaciones electrónicas y de las redes sociales, contando ahora con características y fuerzas diferentes a las imaginadas por el legislador decimonónico.

Cosa semejante ocurre con el derecho de autor, originalmente diseñado para otro estado del mundo y que ahora sufre la presión de tener que transformarse en algo sustancialmente diferente, y que no acaba de decidirse por qué intereses o corrientes de opinión decantarse.

De igual forma los conceptos de persona y filiación se están reconfigurando en términos absolutos. Supongo que no son ajenos al lector los debates sobre fertilización asistida, propiedad de los embriones congelados, vientres de alquiler y  cuestiones semejantes. Pero la novedad hoy en día es que se pueden generar gametos masculinos o femeninos a partir de una uña, independientemente del sexo del “dueño” de esa uña. Es decir, una mujer puede embarazarse con espermatozoides generados a partir de su propio cuerpo, cambiando irremediablemente todo lo que habíamos entendido por reproducción humana, así como los efectos jurídicos que le habíamos atribuido a la concepción, el nacimiento, la filiación, las obligaciones y deberes de los padres, etc.

Y si abordamos el tema de los derechos fundamentales, la radicalidad del cambio tampoco es menor: el avance del procesamiento automatizado de datos ha hecho temblar el sistema de protección de derechos de las personas, de forma que ha tenido que incorporarse al mundo del Derecho la idea de la autodeterminación informativa, esto es, una especie de metaderecho nacido por desarrollo jurisprudencial que hace posible, a través de la protección de datos personales, el amparo de todos los demás derechos constitucionales y legales de las personas, aun cuando sus alcances sectoriales recién se están asumiendo.

Los ejemplos de los cambios en nuestra Sociedad en Red son innumerables, pero lo medular es que el grueso libro del Derecho tiene muchísimas más páginas en blanco de lo que podríamos haber soñado décadas atrás. No hay principios absolutos y los estudiantes y académicos deberían ver, con alborozo, que la ciencia jurídica se construye día a día y que hay posibilidades y grandes oportunidades para contribuir con el progreso de la humanidad y sus derechos.

Por ejemplo, puede caminarse hacia el estudio y la investigación de la forma en que las tecnologías de la información y la comunicación están incidiendo en la propiedad intelectual. Y una vez asimilado esto, se puede ir más lejos aún, investigando e incorporando en lo estudiantes la idea de la promoción y protección jurídica de las invenciones biotecnológicas, los conocimientos tradicionales, los recursos genéticos, etc., haciendo patente, a pesar de las apariencias, la novedad del mundo en que nos desenvolvemos.

Por otra parte, la formación en Derecho Informático abre otro amplísimo mundo de posibilidades que van desde cuestiones aparentemente tan simples como la pregunta sobre dónde se forma el consentimiento en Internet, pasando por el cómo hacemos valer las pruebas tecnológicas en el proceso judicial, hasta llegar a reformular completamente la relación entre gobierno y ciudadano, y de cómo se hacen valer efectivamente los derechos en la nuestra Sociedad en Red.

Sólo por mencionar otro ejemplo importante, cabe mencionar el auge del bioderecho, esto es, el fenómeno normativo que ha alterado para siempre la comprensión de los derechos de la personalidad al incorporar temas como la bioseguridad, los derechos reproductivos, la identidad, la manipulación genética y que ha trastocado los límites tecnológicos de la vida y la muerte, todas cuestiones que deberían ser conocidas y en lo posible desarrolladas por las nuevas generaciones de profesionales de Derecho que salen de nuestras aulas.

Como dije al principio: en Derecho no todo está escrito y hoy como nunca es posible aportar a su construcción día a día.

Serán los estudiantes de hoy y de mañana los que abran los caminos y arriben a nuevos destinos, constando en sus inicios con las herramientas que podamos proporcionarles.

CARLOS REUSSER MONSÁLVEZ
Consejero ICDT

 

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